miércoles, 5 de noviembre de 2008

La lucha


Que la mente humana es complicada y en ocasiones retorcida no es una novedad para nadie. Algunos de nosotros tenemos esa extraña, a veces beneficiosa y a veces perjudicial costumbre de pensar acerca de nosotros y de las repercusiones a largo término de todos nuestros actos. Lo curioso y desconcertante sucede cuando esa necesidad de analizarlo todo proviene de una mente que se asocia a una personalidad impulsiva, que se empapa de todo lo que vive y que exprime todo lo que le rodea hasta dejarlo seco. Ahí es donde se desencadena el caos. Se instaura entonces en ese ser una lucha interior constante entre lo que se cree que se quiere y lo que realmente se quiere, en la que la experiencia demuestra que casi siempre se acaba imponiendo la idea equivocada, y entiéndase por equivocada la que nos lleva a un estado de infelicidad, o de no-felicidad, que no es lo mismo. Es inevitable que quede entonces siempre la duda de cómo hubieran las cosas si se hubiera optado por la otra vía.

Pero la vida es duda por definición, hay que escoger a cada segundo entre los millones de opciones que se nos presentan a lo largo del dia. Y es aterrador saber que se tiende al error, que la experiencia le dice a uno que va a fallar, que siempre se equivoca.

Cuesta vivir así. A veces tiendes a pensar que sería más fácil si todo estuviera escrito. Y echas de menos un código de moralidad que te ayude a desconectar, algo que guíe tus pasos y tenga las respuestas a los enigmas con los que te vas encontrando, que permita que puedas relajarte por un momento, supongo que algo parecido a una religión. La paradoja es que esa manera de vivir las cosas suceda en alguien como yo, que es atea por convicción. Ni esa salida queda. No hay descanso. La lucha continua.

Peke.

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