miércoles, 16 de julio de 2008

ÁMBAR GRIS


Gdansk, Polonia 1940

La mañana era soleada y Isaac se apresuraba a repintar por quinta vez esta semana la mancillada pared de su casa donde se leía claramente “TRAIDORES!! “, desde que el ejército nazi había entrado en su pequeña ciudad portuaria se había visto obligado a convenirse en lo que más odiaba, un chivato, su mujer era judía y él haría cualquier cosa por mantenerla a salvo a ella y a sus hijos, incluso mandar a la muerte a sus amigos delatando enclaves secretos tanto de refugiados como de grupos rebeldes, no se perdonaba por ello pero tampoco podía ceder a su corazón y aunque su libertad era muy limitada al menos estaban juntos, y lo mas importante…vivos.

En algún lugar del Mar Báltico 1946

- Soldado!! no me toque las pelotas y vaya con cuidado con esos barriles, son GAS MOSTAZA!! Quiere que le explique lo que es o necesita que le refresque la memoria untándole los huevos con un poco- Grita el Sargento Smith al torpe soldado mientras este aprieta un poco mas las correas que sujetan los bidones a la rudimentaria carretilla para asegurar mejor la carga.
- Dos años arrastrando mi culo por toda Alemania, dos años matando nazis mientras comía metralla y dormía en un puto agujero lleno de barro, soy de los primeros que pone los pies en Berlín y mi siguiente paso cual es?…. Al medio de la puta nada, un inmenso charco donde tengo que hacer desaparecer las reservas de gas mostaza de los cobardes alemanes, hay que joderse!- piensa para sus adentros el Sargento mientras observa como van soltando por la borda los contenedores del carguero hacía su destino final, el fondo del mar.

Ustka, Polonia 1947

Isaac y su familia habían tenido que mudarse y dejar atrás su antigua ciudad, el fin de la guerra le había traído su mayor desgracia, el odio de la comunidad, era un traidor y huyendo de caras conocidas se trasladó a esta pequeña ciudad costera donde comenzarían la vida de nuevo junto a los suyos.
Como cada tarde Isaac y sus hijos salieron a la playa a pasear, con suerte encontrarían algún cangrejo con el que sazonar las insípidas sopas de su mujer, ahora vivían en una extrema pobreza y cualquier cosa era una ayuda.
-Padre!!...que es aquello que flota?- grita el hijo menor de Isaac mientras señala un objeto del tamaño de una petaca que se desplaza a la deriva por encima de las olas, Isaac deja caer la roca que tenía levantada aplastando una pequeña caracola de mar contra la arena para prestar la atención al extraño bulto.
Aunque el agua estaba fría y la corriente en contra, la curiosidad venció al hombre que nadó rápidamente al rescate de aquel objeto gris flotante, cuando lo tuvo al alcance lo agarró con la mano para luego apretarlo entre los dientes y volver de nuevo a la orilla.
-Sabéis lo que hemos encontrado hijos? Es ámbar gris!- explicaba emocionado Isaac – es un material muy raro, algunos dicen que lo crean los cachalotes en sus intestinos, da un especial sabor a la comida y también sirve para la perfumería, se utilizaba en las comidas de reyes…hoy comeremos como reyes!- afirmó el cabeza de familia mientras tomaron dirección a su humilde morada.
La cena, a todos, les resultó exquisita, quizás sería por la ilusión del descubrimiento o por el avivamiento de la llama de la esperanza, parecía que la suerte les volvía a sonreír y pequeños hechos como estos le hacían mirar con optimismo el futuro.
Un áspero ataque de tos despierta a Isaac de sus sueños, su boca está seca y decide encender el candil de aceite que tiene en la cómoda para acercarse a la cocina a por algo de agua, se sirve un poco del cristalino líquido de la jarra en un vaso y vuelve a la habitación y aunque la débil luz de la lámpara no ayuda demasiado el hombre consigue abrirse paso silenciosamente hasta que tropieza con un tablón suelto derramando el agua sobre su amada –Perdona amor! Lo siento!... amor…cariño?...- Isaac gira a su inmutable mujer y ve como de la boca de su amada fluye un reguero de sangre tiñendo de rojo su almohada, instintivamente sale del cuarto para dirigirse al habitáculo de sus dos hijos y la escena es mas dantesca, sus propios hijos ahogados en sangre descansan boca arriba sobre sus camas, una arcada asalta a Isaac que acaba devolviendo todo lo que tiene en su revuelto estomago, al mirar al suelo ve como trozos de él mismo descansan en las tablas sueltas del suelo –Que hemos comido?…- es lo último que pasa por su cabeza antes de comenzar a descomponerse por dentro.

Bar-B

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